Chinotaun

Mao me perdone pero, no entiendo a los chinos. O ellos no me entienden a mí, que es lo mismo.
No quisiera hacer un ejercicio de amarillismo de esta entrada y denostar gratuitamente a tanta gente pero la verdad es que estoy un poco hasta el moño de el rollito primavera de estos millones de consumidores potenciales.
Hace meses leí que existen 184 millones de blogs, de los cuales 42 millones (22,8%) son chinos.Y estoy dando un dato obsoleto sin duda porque es de hace unos meses (dirán ustedes: "habría que actualizarse más a menudo OjOVo..." y yo les digo: OjOVo siempre está un poco desfasao) y a estas alturas ya habrá unos cuántos millones más de blogueros con ojos rasgados en el mundo. La invasión china, qué bárbaros.... Y seguro que son de los que postean todos los días...y en chino, con lo difícil que es ese idioma....

El mundo acabará convirtiéndose a este paso, si no lo es ya, en un fabuloso todo a 100. Díganme una sóla ciudad española que no tenga barrio chino, vamos a ver. ¿A que no hay?
El problema de los chinos, a los que, por otro lado, dios tenga a su diestra, es que son desconcertantes para el mundo occidental. Y que conste que no lo digo sólo llevado por el rencor tras sufrir una intoxicación en uno de sus restaurantes típicos por un chop suey en mal estado, que también, si no porque creo a pies juntitos (como los de los chinos) que lo peor de un chino es un chino integrado.
Díganmé un sólo español que no haya sentido en sus carnes la hiriente punzada del desprecio al ver a un chino (o japonés, que para el caso es lo mismo para el que no los distingue como servidor) vestido de torero o a una china disfrazada de bailaora sevillana.
Ya sé que es loable y por eso loémoslo pero entónces ¿por que la gente a mí no me loa también por las mañanas cuando desayuno con el kimono? ¿eh? Porque es que a mi no me loan,¡a mi se me ríen!...
Hace tiempo que adoro su comida y la exquisita amabilidad china: para qué mentir, me encaaanta que me sirvan. Pero una vez tuve la mala experiencia que les dije, en uno con el original nombre de "La Gran Muralla".
Todo empezó (mal) cuando confundí la puerta de entrada a la ...ejem...muralla... y entré por equivocación por una lateral que daba al interior de la barra, por lo que me encontré de pronto, sin haber comido ni bebido, ante un grupo de chinos muy serios y en plena faena de barra china mirándome con la típica mirada de curiosidad china. Después de unas avergonzadas reverencias medio simiescas tuve que volver sobre mis pasos para entrar por la principal, por lo que para llegar al comedor me ví obligado a pasar de nuevo una humillante revista ante el mismo grupo de chinos de la barra, ahora ya desternillándose de risa con la clásica risita china nerviosa de desternille, una larguísima hilera de dientes amarillos apretados con frenesí.
Para mi sorpresa, el salón- un enorme salón chino que, haciendo honor a su nombre, era tan grande que no se le veía el fondo- estaba absolutamente vacio. Una camarera vestida de paisano occidental me ..transportó... en un carrito típico chino de dos ruedas a una mesa y se quedó aguardando con aire cansado a que decidiera mi elección ante una carta de.... por lo menos ....450 platos y en chino. ¿Se van haciendo cargo?
De pronto, comenzó a sonar a todo trapo una música china del género ligero, una especie de Sergio Dalma de lo chino, que hizo que la elección del menú se hiciera insoportable y al final eligiera todo por números y al azahar.
Aturdido por el volúmen de la musica retumbando en eco en el inmenso salón amurallado me decidí a indicarle a la ...ejem...gachí... que si sería tan amable de bajar un poco el decibelio , algo que finalmente conseguí tras numerosas intentonas haciéndole el universal signo de la garganta cortada por un cuchillo imaginario.
Pero al disc jokey, que debía de ser uno de los chinos hilarantes de la barra, no se le ocurrió mejor idea que la cambiar de género y pinchar un popurri acelerado de música china moderna, una especie de Chayanne de lo chino, que hizo que el resto de la velada se amargara para siempre. Me comí tristemente un par de platos de cerdo al azahar en soledad, y me juré a mi mismo que nunca volvería a pasar hambre.
Esa misma noche regurjité por el aire el chop suey encima del edredón de mi cama y la sopa de aleta de tiburón me salió expelida por los orificios de la nariz contra la pantalla del ordenador cuando estaba a punto de relatar en directo mi experiencia en un chat chino.
Seguramente un aspergilus o un legionellus -y a juzgar por su intensidad de la propia guardia imperial china- fueron los causantes de tan malos momentos pero consulté a muchos...ejem... galenos... y todos coincidieron en que el motivo de mis dolecias estaba provocado inequívocamente. por los efectos del chayanne chino en mis neuronas.
Y es lo que les digo: porqué no se contentan los chinos con su...ejem... hecho diferencial. No hace falta que sean como nosotros....que ya tenemos nuestros chayannes y nuestros problemas....¿Se imaginan a un gallego queriendo ser....no sé....vasco, por ejemplo....? ¿Levantando piedras y bailando el cara al sol vasco? ¡Na! ¿A que na?
Ahora entiendo un poco mejor los amigos del AMI cuando decían aquello tan bonito de "O turismo é colonialismo". ¡Se referían a los chinos!
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